Gritos del alma

Hoy mi papá esta en el hospital de Talca, sedado y entubado. Ayer en la tarde sintió un dolor en la espalda, tan fuerte que no podía estar sentado o de pie, así que lo llevaron al hospital. Yo viajé a Talca y como soy su hijo mayor, me tocó acompañar a la señora de mi padre en un trance muy difícil, pues los médicos nos decían que estaba grave y hablaban de una falla multisistémica.

En lo que puede ser de interés para los que visitan esta bitácora, déjenme contarles una de mis experiencias de hoy, que además quiero dejar registrada por si algún día llego al olvidar. A eso de las 4 de la tarde pensé que sería bueno que un sacerdote viniera a rezar con mi padre, y entre otras gestiones, me acerqué a la capilla del hospital para ver si había un letrero con el teléfono de un cura o alguna forma de contactar a uno.

Como les decía, tuve que reprimir el llanto durante gran parte del día, mientras veía que mi padre empeoraba, para no preocupar a mis hermanos y nuestros familiares. Pero me bastó entrar en la capilla y ver el sagrario en donde se guardaba el cuerpo sacramentado de NSJC, para ponerme a llorar, de rodillas. En medio de mi llanto, algo, que llamaré mi alma, se puso a orar como nunca lo había hecho antes. Digo mi alma, porque no era yo, que estaba llorando abatido de pena y apretaba los dientes para que las palabras no salieran por la boca. Y mi alma sólo gritaba «¡Señor, Señor!» una y otra vez.

Mientras esto ocurría yo pensaba cómo Dios no necesita que le digamos lo que necesitamos, sólo que confiemos en él, y mi alma sabía eso, porque no hacía más que repetir «Señor, Señor».

Ese momento pasó y yo seguí llorando. Luego, no diré que sentí, pero al menos imaginé que era NSJC el que me pedía que aceptara el dolor que me causaba la enfermedad de mi padre, y mi alma le decía que no, que no quería ese dolor para mí, pero al mismo tiempo, yo sabía que, si esa era la voluntad de Dios, sería lo mejor para todos.

Después esta segunda sensación también pasó y me quedé sólo con la pena por la situación de mi papá.

No diré tampoco que Dios respondió mi oración, porque no sentí nada, y no soy propenso a atribuir buscar signos de intervención divina, pero al menos estoy seguro que escuchó los gritos de mi alma. Mi papá sigue en la UCI del hospital, pero se ha descartado el diagnóstico más grave que temíamos durante la tarde de hoy.