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Paradojas liberales

Carlos Peña ha defendido a través de sus columnas la libertad de expresión, comprendiendo la libertad de ofender a los demás. Señala:

En una sociedad plural —donde los ciudadanos mantienen opiniones disímiles y a veces contrapuestas en cuestiones que juzgan de relevancia para sus vidas— lo justo consiste en favorecer que todas las creencias —dejando a salvo el discurso de odio— puedan expresarse. Si algunos cometen errores, son descorteses, fantasiosos, ignorantes o impíos, ya lo veremos. El gran público de lectores juzgará.

Qué es el «discurso de odio» o por qué no queda protegido por la libertad de expresión, lo ignoro. Cito sus palabras porque es el representante más conocido de lo que podríamos llamar «linea fundamentalista» de la libertad de expresión.
El problema es que estas palabras suenan posibles y hasta «de justicia» en el papel, donde todo termina con «el público juzgará». Sin embargo en la realidad la cosa es diferente, en Ahumada con Huérfanos las expresiones ofenden y según esta teoría el ofendido no tendría ninguna posbilidad de defensa, salvo la de ofender a su vez al agresor. En el mejor de los casos esta ofensa mutua no derivará en agresiones de mayor calibre, pero aún así contribuirán a una sensación general de malestar en la sociedad, es sentir tan común hoy en día de que el ámbito público es una selva donde sólo los más fuertes sobreviven, en definitiva a una sociedad agresiva.
¿Qué hará entonces la autoridad? puede que no haga nada, y en ese caso la agresividad aumentará indefinidamente, hasta que las encuestas le obliguen a hacer algo. Entonces, el Estado dicatará normas que restrinjan la libertad de expresión.
Esta es en definitiva la paradoja liberal del título: o tenemos una sociedad agresiva, o tenemos un Estado represivo. En ambos casos la libertad de expresión, que era lo que se quería defender, queda anulada.
Existe, sin embargo, una tercera vía, una respuesta cristiana a esta situación, que supera ambos extremos. En mi opinión, la solución es volver a confiar en la prudencia, comprender que el individuo puede gozar de una libertad, pero eso no significa que tenga el derecho de ejercerla arbitrariamente, para dañar a otros. Esto es básico en cualquier curso de Derecho, pero parece haber sido olvidado por los liberales en su asia por libertad.
En el caso de la libertad de expresión, si queremos que el Estado la siga defendidendo, no debemos abusar de ella, no debemos usarla para ofender, sino siempre con amor hacia el prójimo.
Como no lo hagamos así, el Estado vendrá y nos la quitará, como quien quita un reloj a un niño demasiado pequeño para usarlo, y cuando lo haga no podremos alegar, porque lo habrá hecho con justicia.

Categorías: Actualidad
  1. 7/03/06 a las 3:41 am

    Lamentable…

  2. Dalmacio Negro Pavón
    8/03/06 a las 7:38 am

    Se está cometiendo un error muy grave confundiendo el liberalismo con el progresismo y el laicismo radical. El liberalismo, con todos los defectos históricos en que pueda haber incurrido, es la versión política, secular o temporal del cristianismo («Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César», etc.). El progresismo es una tergiversación, degeneración o derivación colectivista y hoy nihilista del liberalismo. El progresismo viene de la neutralidad que es la naturaleza del Estado. El problema es el Estado, no es liberalismo. El liberalismo es antiestatista y no es por definición neutral. La neutralidad en política es siempre contra alguien. Al atacar al liberalismo se está atacando la civilización occidental que es la única que puede llamarse liberal. En fin, comprendo que la cuestión es muy compleja y no se puede resolver en unas líneas y sólo quiero llamar la atención sobre la confusión existente.

  3. Dalmacio Negro Pavón
    8/03/06 a las 7:38 am

    Se está cometiendo un error muy grave confundiendo el liberalismo con el progresismo y el laicismo radical. El liberalismo, con todos los defectos históricos en que pueda haber incurrido, es la versión política, secular o temporal del cristianismo («Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César», etc.). El progresismo es una tergiversación, degeneración o derivación colectivista y hoy nihilista del liberalismo. El progresismo viene de la neutralidad que es la naturaleza del Estado. El problema es el Estado, no es liberalismo. El liberalismo es antiestatista y no es por definición neutral. La neutralidad en política es siempre contra alguien. Al atacar al liberalismo se está atacando la civilización occidental que es la única que puede llamarse liberal. En fin, comprendo que la cuestión es muy compleja y no se puede resolver en unas líneas y sólo quiero llamar la atención sobre la confusión existente.

  4. 8/03/06 a las 9:14 am

    Bienvenido, Dalmacio, y gracias por comentar.
    Completamente de acuerdo, cuando hablo de liberales me refiero no a una definición técnica sino al progesismo radical laicista. Siempre en las categorías políticas hay confusión y conceptos cuyo significado cambia de país a país y según el contexto.
    Al menos en Chile, estos sujetos se cuelgan el nombre de liberales y progresistas, usando el peyorativo «conservadores» para los demás.
    Respecto del liberalismo económico, creo que se encuentra muy cercano al ideal cristiano, como lo explico aquí.

  5. 13/03/06 a las 11:37 am

    Muy bueno tu artículo querido Pato! Se me había pasado (y eso que soy Syndrome!), le pondré un enlace!

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