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¿Fracasó Jesús como profeta del apocalipsis? Parte I

Quiero recomendarles encarecidamente las conferencias (en inglés) del St. Paul Center for Biblical Theology, donde tratan temas bíblicos de gran importancia y permiten aproximarnos a esos pasajes oscuros de la Biblia, desde la persepctiva de un judío del S. I. El contenido de esta entrada está en gran parte tomado de la conferencia The Destruction of the Temple and the End of the World del Dr. Brant Pitre.

El libro del Deuteronomio advierte acerca de los falsos profetas con duras palabras (Dt 18):

20 Y si un profeta se atreve a pronunciar en mi Nombre una palabra que yo no le he ordenado decir, o si habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá».
21 Tal vez te preguntes: «¿Cómo sabremos que tal palabra no la ha pronunciado el Señor?».
22 Si lo que el profeta decide en nombre del Señor no se cumple y queda sin efecto, quiere decir que el Señor no ha dicho esa palabra. El profeta ha hablado temerariamente: no le temas.

A lo largo de la historia, los cristianos han tenido múltiples oportunidades de practicar esta advertencia, pues muchos han sido los que han presumido conocer el día y la hora del fin, el más reciente de ellos el Reverendo Harold Camping, que anunció el fin del mundo para el 21 de mayo de 2011.

Pero en este mismo ámbito, hay muchos, incluso reconocidos teólogos, que piensan que Jesús esperaba el fin del mundo durante su vida o la de sus seguidores , y que en este sentido fue, si no un falso profeta, al menos uno más que fracasó.

No es de sorprender que alguien pueda llegar a esta conclusión, si al leer el Evangelio según san Mateo nos encontamos con el Discurso del Monte de los Olivos, donde una serie de predicciones ominosas y grandilocuentes concluyen este famoso versículo:

34 Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto.
35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

También en este discurso se basan los adeptos del dispensacionalismo para apoyar sus doctrinas distintivas, como la teoría de un «rapto» de los creyentes antes de la gran tribulación, o que todas las profecías del fin, que Jesús detalla en este pasaje, se encuentran «en suspenso» hasta que el evangelio sea predicado a todas las personas en el mundo.

¿Mintió entonces NSJC cuando hizo profecías y dijo que se cumplirían dentro de una generación? ¿Se equivocó al hacer estas predicciones? Obviamente la respuesta a ambas preguntas deber ser que no, pero ¿Cómo explicamos entonces la forma en que se nos presenta el texto?

El Dr. Pitre nos propone que el primer paso es aproximarnos a este el discurso desde en el contexto del judaísmo del S. I, especialmente con la centralidad que tenía el Templo de Jerusalén para la vida, no sólo religiosa de la época, sino también civil. En efecto, además de los sacrificios ordenados por la ley de Moisés, allí se guardaba el dinero, de modo que funcionaba como sede financiera, y los registros de los contratos y las genealogías. Con esto en mente, el Dr. Pitre concluye que en este discurso NSJC se refiere a dos eventos íntimamente relacionados, pero claramente diferentes: la destrucción del Templo en el año 70 por las huestes romanas, por una parte, y el fin del mundo y la segunda venida, por otra.

Conviene tener una visión general de todo el discurso, y para eso tenemos que leer de corrido los capítulos 24 y 25 del evangelio según San Mateo. Es un texto extenso, y desde luego no vamos a ir versículo por versículo, pero claramente funciona como una unidad, desde su incio comienza en «Cuando llegó al monte de los Olivos, Jesús se sentó y sus discípulos le preguntaron en privado» y hasta antes de comenzar el capítulo 26 con «Cuando Jesús terminó de decir todas estas palabras». Cabe recordar aquí que la división en capítulos y versículos no estaba en los libros originales, sino que se introdujeron hasta el S. XV, de modo que estos marcadores insertados en el texto son especialmente relevantes.

El discurso se inicia casi con una escena pastoral, con Jesús saliendo del Templo, cuando sus discípulos le hacen notar las construcciones. Esto es coherente con el registro histórico que refiere una gran renovación de las estructuras del Templo, iniciada por Herodes el Grande, en el año 19 A.C. y que continuó largos años después de su muerte (Jn 2:20).

El capítulo 24 de San Mateo, comienza así:

1 Jesús salió del Templo y, mientras iba caminando, sus discípulos se acercaron a él para hacerle notar las construcciones del mismo.
2 Pero él les dijo: «¿Ven todo esto? Les aseguro que no quedará aquí piedra sobre piedra: todo será destruido».
3 Cuando llegó al monte de los Olivos, Jesús se sentó y sus discípulos le preguntaron en privado: «¿Cuándo sucederá esto y cuál será la señal de tu Venida y del fin del mundo?».

Sin dudas que la respuesta de Jesús debió dejar consternados a los discípulos, porque sólo se atrevieron a volver sobre el tema una vez que llegaron al monte de los Olivos, y cuando estaban en privado.

El Dr. Pitre sostiene que la clave para entender todo el discurso se encuentra en la pregunta de los discípulos, que estaban preocupados por las palabras del maestro, y le hacen una pregunta en dos partes:

  1. Cuándo sucederá todo esto, es decir, que no quedará piedra sobre piedra y todo será destruido, y
  2. Cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo.

No debe extrañarnos que los discípulos hayan vinculado ambos eventos (destrucción del templo y fin del mundo) porque el Templo de Jerusalén estaba concebido como una réplica y símbolo del universo. Este es un tema extenso, pero a modo de introducción, podemos destacar que el Templo estaba construido con un patio exterior conocido como el atrio de los gentiles, que representaba el mundo, un patio interior donde sólo podían acceder los judíos, y el santuario, que estaba separado del resto del templo por un velo bordado con estrellas, como símbolo del cielo, más allá del cual se encontraba la presencia de Dios.

En la siguiente entrada revisaremos qué se obtiene de aplicar esta clave al extenso discurso del monte de los olivos.

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