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Objeciones a la 3ª Vía de Santo Tomás

Continuando con nuestro análisis de las 5 Vïas para demostrar la existencia de Dios de la Suma Teológica, corresponde revisar las objeciones más comunes que se levantan contra la 3a Vía.

«¡Pero esto es lo mismo que el argumento cosmológico o Kalam

Más que una objeción, esta es una confusión. El argumento cosmológico es uno de los más fáciles de explicar y va así: Todo lo que comienza a existir tuvo un creador diferente de sí mismo; La ciencia muestra que el universo, incluyendo el tiempo y la materia, comenzó a existir; Luego, existe un ser creador del universo, inmaterial y eterno, que llamamos Dios. Puesto que la 3a Vía descarta que el universo haya existido siempre y así arriba a un ser necesario, es decir, eterno, seguramente no es más que una formulación más rigurosa del argumento cosmológico o Kalam.

En realidad, ninguno de los argumentos de Santo Tomás puede describirse como cosmológico. Un argumento cosmológico (hay varios) parte de algún dato científico sobre del universo en su conjunto, de su cosmología. Por ejemplo, que el tiempo y el espacio no son eternos, sino que surgieron junto con el universo; o que es indispensable un ajuste extremadamente fino de las condiciones iniciales para que siquiera exista la materia. Cada uno de estos argumentos tiene su mérito, en mi opinión, pero obviamente que no corresponden a nada de lo que podría tener en mente un teólogo medieval. De hecho, Santo Tomás sostiene que la creación del universo no puede demostrarse solo mediante la filosofía, así que sería absurdo que hiciera un argumento que arribara a esa conclusión. Por el contrario, el Aquinate siempre toma como premisa un hecho directamente observable en nuestra experiencia, como que las cosas se mueven, o que son contingentes.

Es cierto que la 3a Vía considera la posibilidad de un tiempo en que nada existió, y eso parece remontarnos a un tiempo antes del big bang. Sin embargo, esa mención apunta a que no pueden existir solo seres contingentes, no a que el universo haya tenido un comienzo. El universo puede haber existido siempre, pero eso implica que al menos algunos seres no son contingentes, sino que han existido siempre. La 3a Vía, entonces, es válida, sea que el universo haya tenido comienzo o no, no depende de la cosmología moderna.

«La materia (y/o la energía) existen siempre»

En 1785 el químico francés Antoine Lavoisier formuló su ley de la conservación de la materia, y con ello dio inicio a una revolución en su campo. En cosmología, la ley de Lavoisier sugería que la materia era eterna y los átomos inmutables, que a pesar de todos sus cambios era absurdo pensar en que la materia surgiera de la nada, o que podía ser destruida. Es decir, un universo que había existido siempre, sin necesidad de Dios. Luego vino el siglo XX y Einstein nos mostró que la materia sí podía convertirse en energía, pero eso no cambió tanto el debate. Ahora era la energía el ser necesario, que existía siempre, desplazando a Dios de su lugar.

Yo creo que Santo Tomás tendría serios problemas para comprender esta objeción. Para él los seres sustanciales, los seres reales y más evidentes a todos, son un compuesto de dos principios, materia y forma. Una pelota de goma está compuesta del plástico que es su causa material, y de la redondez, que es su causa formal. Si los consideramos por separado como materia y forma, es solo por conveniencia conceptual, no real. Ninguno de los dos es más real que el otro porque ninguno puede existir en la realidad separado del otro. Hablar de la «materia» como un ser sustancial, capaz de existir por sí mismo sin estar unido a una forma concreta le habría parecido un error garrafal. Ni pensar ya en que ese ser que apenas existe fuera de nuestra mente como un principio abstracto, pudiera ser un ser necesario.

¿Qué diría luego a los que hablan de la energía como ser absolutamente necesario? En el análisis aristotélico, la energía ni siquiera conforma un ser sustancial. Con mucho es un ser accidental, como el color o el peso, que necesita de un ser sustancial donde arraigar su existencia. La energía se manifiesta de muchas formas, como calor o movimiento, pero siempre en otro. Es cierto que la física ha hecho enormes avances considerando como objeto de su estudio a la materia y la energía como entes abstractos, pero eso en nada invalida el análisis filosófico de Aristóteles. A modo de analogía, consideremos que miles de libros se escriben cada año en las disciplinas jurídicas alrededor del mundo, pero no por eso decimos que las leyes y los derechos humanos sean reales, en el mismo sentido que lo es una mesa o una silla.

En el peor de los casos, aún si nuestro interlocutor se empecina en que alguna teoría arcana apunta a la existencia de energía en estado puro, y que ese sería un ser necesario diferente de Dios, podemos conceder ese hecho. Después de todo, la 3a Vía no sostiene que Dios sea el único ser necesario. La ciencia medieval pensaba que los cuerpos celestes eran necesarios, en el sentido de que habían existido siempre, y que estaban formados de una materia diferente a los seres terrestres. Hoy sabemos que no es así, y que están sujetos a los mismos cambios y leyes que los entes de nuestro día a día. Sin embargo, aún cuando la materia o la energía fueran seres eternos y necesarios, como la energía, estos todavía requieren una explicación para su necesidad, porque no serían un ser absolutamente necesario.

 «No hace falta suponer otro ser necesario aparte del universo mismo»

Cierta vez le hicieron al filósofo ateo Bertrand Russell la famosa pregunta de Leibniz: «¿Por qué existe algo en vez de nada?». Su respuesta fue «Debo decir que el universo está ahí, y eso es todo». En otras palabras, el universo podría tener todas las características necesarias para existir eterna y necesariamente. Cualquier atributo de Dios que lo haga especial (increado, eterno, grande) lo podemos aplicar al universo, sin necesidad de buscar en algo que no podemos percibir. Y si el universo necesita una explicación, Dios también lo hace, de modo que nada ganamos con suponer su existencia.

Yo creo que la pregunta de Leibniz es sigue siendo válida. Incluso diría que la 3a Vía expresa la misma idea, pero de un modo mucho más formal y riguroso. Después de todo, el punto de partida es el mismo: vemos que las cosas existen y dejan de hacerlo, y lo que llega a existir requiere una explicación. Y la conclusión también es la misma: es necesario admitir que existe un ser necesario.

A veces se acusa a los defensores de Leibniz de incurrir en la falacia de composición. Si bien hay seres contingentes, se objeta, no podemos deducir a partir de eso que todo el universo también lo sea. Sin embargo, la 3a Vía no necesita ese supuesto. En cambio, admite que puede haber seres necesarios, que existan siempre, diferentes de Dios. Un universo eterno formado por seres contingentes sería un ejemplo particular de esta clase de seres, pero eso no basta para bloquear el argumento. Un ser necesario todavía requiere justificar esa característica. Debe existir un ser que no solo sea necesario, sino que además sea absolutamente necesario, es decir, cuya necesidad sea intrínseca a él mismo, y que por lo mismo sea la causa y origen de la necesidad de otros seres.

En otras palabras, la pregunta «¿por qué existe el universo, aun si existe siempre, cuando podría no haber existido?» todavía es válida. Y la respuesta que debe haber un ser que no puede sino existir.

«Esto no es más que un argumento ontológico»

La 3a Vía define a Dios como un ser absolutamente necesario, es decir, un ser que no puede sino existir. Al hacer esto, incurre en un razonamiento circular, pues la conclusión que se pretende demostrar (en este caso, la existencia de Dios) ya se encuentra oculta en la definición de la misma cosa y que le sirve de premisa. Es el mismo error en que incurre el argumento ontológico al tomar como premisa la definición de Dios como lo más grande que puede existir.

Esta objeción, sin embargo, falla el tiro. Sería válida si, como hace el argumento ontológico, aquí se tomara como punto de partida la definición de Dios. Sin embargo, la 3a Vía no hace eso. La premisa del argumento es que encontramos en el mundo cosas que pueden existir o no, y no una definición de Dios ni nada por el estilo.

Es cierto que la conclusión arriba a un ser necesario, que no puede sino existir, pero eso no basta para que el argumento en sí mismo sea circular.

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