Lost y la laguna azul

Hace unos días me encontre en la televisión con la película La Laguna Azul. Para los que no tengan acceso a la imdb, les cuento que relata la historia de dos niños de 8 años que quedan abandonados en una isla tropical luego de un naufragio, pero gracias a las idílicas condiciones logran sobrevivir y prosperar. La historia continúa cuando los personajes tienen 14 años, descubren el sexo y tiene un hijo, y termina cuando son «rescatados», y miran con nostalgia el paraíso que dejan atrás.
En La Laguna Azul, la tensión dramática se construye a partir de una zona prohibida de la isla, donde habitan salvajes, y por el descubrimiento de la sexualidad que hacen los personajes, sin nigún tipo de influencia por parte de los adultos.

En la serie Lost, tenemos elementos muy similares: el desastre, la isla, la sobrevivencia, y el misterio de «los otros», pero la historia se lleva de forma muy diferente. En ella hay conflictos serios y desconfianzas entre los protagonistas, y rápidamente en la serie surgen elementos que hacen que la vida en la isla se parezca mucho a la vida fuera de ella.

En lo que toca a este blog, que es sobreanalizar los medios de comunicación, la diferencia fundamental entre ambas series radica en el pecado original.

La Laguna Azul se filmó en 1980, con todo el bagaje de los años ’70 y la esperanza de construir un mundo donde el amor, el sexo y el libre acceso a las drogas bastaban para eliminar los conflictos en el mundo. Para demostrar este punto basta recordar la canción Imagina de John Lennon.

Así, en la película, el mundo de los dos niños náufragos creció sin influencias de los adultos y sus religiones, guerras, egoísmos, en fin todo lo que menciona Lennon. Esto les permitió crecer sin inhibiciones, enfermedades o traumas, enamorarse y crecer para ser bellos, amables y respetuosos de la naturaleza. En otras palabras, revivir el paraíso.

La moraleja de la historia es, entonces, que el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe. Esta idea es muy propia de la ilustración y su idea del contrato social. También se destaca la idea de la vuelta a la naturaleza como vía a la felicidad.

El problema es que estas ideas no son verdad: el hombre es capaz del mal, a causa del pecado original, y el mal social es reflejo, no causa de este, y no es la naturaleza la vía a la fuente de la felicidad, sino Dios.

En Lost encontramos que a los sobrevivientes del accidente aéreo se les ofrece un nuevo comienzo: ninguno de ellos se conoce, nadie es discriminado por su raza o nivel social y todos tienen la necesidad de trabajar unidos para sobrevivir, no sólo a la naturaleza, sino además a los peligrosos misterios que esconde la isla. Tanto es así, que incluso un terrorista iraquí toma el papel de cercano apoyo a los protagonistas estadounidenses, sin que nadie lo cuestione.

A pesar de eso, el pecado original toma su curso, y los personajes comienzan a actuar conforme a su propia psicología. A pesar de lo inútil que a primera vista resulta, empiezan a desconfiar unos de otros, a ocultarse información y a acumular lo que sea que puedan para tomar ventaja de los demás.

El resultado es que Lost es muchísimo más interesante que La Laguna Azul, que a su lado parece extremadamente ingénua, y que apela a temas que podemos analizar en mucha más profundidad.

Coincidentemente, el tema religioso estaba ausente en La Laguna Azul, pero ocupa un lugar importante en Lost.

Todo esto nos lleva a observar que los políticos de hoy en día son los mismos jóvenes de los años ’60 y ’70… y se les nota. Se les nota especialmente en su idea de hacer realidad los deseos de John Lennon y llegar a construir la el cielo en la tierra. Si tan solo termináramos con la religión y los países, todos viviríamos en paz, sin enfermedades, inhibiciones ni carencias.

Los políticos de la próxima generación, formados con Lost en mente, en vez de La Laguna Azul, podrán ver que no importa lo ideal de las condiciones, los seres humanos siempre tratarán de tomar ventaja de sus semejantes y esta es una realidad que no desaparecerá porque prefiramos ignorarla.